dimecres, 9 de juny del 2010

El Museo de Montserrat

Aquest petit article de simple divulgació l’he escrit “a ploma que vola” a petició de l’associació Protecturi per a la seva revista informativa. He pensat que algun altre lector se’n pot aprofitar.


En un escenario fantasmagórico

En el planeta Tierra no hay nada que iguale a la singular montaña de Montserrat, cincelada por la erosión de los vientos, las precipitaciones y los hielos, hasta convertirla en una especie de alcázar formado por altos peñascos redondeados que se aglutinan como gigantes encantados. No es nada extraño que su impresionante silueta cautivara la imaginación de cuantos la contemplaban y que, de tiempos inmemoriales, el sentimiento religioso encontrara en este lugar un escenario para expresar lo indecible. Wagner se inspiró en él al componer su Parsifal y ubicó en esta montaña, transmudando Montserrat por Montsalvat, la leyenda del Santo Grial.

En los albores de la Edad Media, me refiero al 888, se citan documentalmente unas antiguas iglesias en el macizo montserratino, entre las que se destaca la de Nuestra Señora, que hacia 1025 se constituye en cenobio benedictino dependiente de Ripoll, uno de los centros culturales más importantes de la cristiandad, enclavado en el reino de los francos y justo al borde de la frontera hispánica colindante con tierras todavía ocupadas por los sarracenos. Allí, al final del siglo XII y principios del XIII, una imagen románica de la Virgen María se hizo famosa por sus milagros y Montserrat se convirtió en un centro de peregrinación europeo y el pequeño monasterio creció hasta convertirse en una floreciente abadía que incluso eclipsó a la de Ripoll. La Guerra de Napoleón y el hundimiento del Antiguo Régimen echaron por tierra el Montserrat antiguo, del que sólo quedó la Santa Imagen, algunas ruinas y el recuerdo. Todo lo que hay hoy día en Montserrat es del tercer tercio del siglo XIX o del XX. Las cosas antiguas que pueden verse, o son pequeños restos del naufragio general o adquisiciones o predominantemente donaciones de particulares. Estos prenotandos son muy importantes para comprender lo que es, lo que hay y lo que significa el Museo de Montserrat del que vamos a hablar.







Un museo bastante atípico

El caso Museo de Montserrat es casi tan raro como el de la morfología de la montaña. Hay aproximaciones pero no paralelos. La primera sorpresa que se lleva el visitante experto en ver museos es que el Museo de Montserrat no se parece en nada a un museo abacial o catedralicio, nada a un museo diocesano o de una orden religiosa. En el de Montserrat apenas hay arte sacro y sí mucho arte profano, y la causa se encuentra en el origen de las obras que se exhiben, las religiosas procedentes del anticuariado y las modernas del coleccionismo artístico barcelonés.

Otra característica es la multiplicidad de objetos que se exponen: arqueología de las antiguas culturas del Oriente Medio, tablas medievales y del Renacimiento, pintura del barroco italiano, y sobre todo – ocupa el 80% del espacio museístico – la pintura y escultura de los siglos XIX y XX, principalmente de escuela catalana. Debemos añadir a ello dos pequeñas exposiciones permanentes, una de ellas dedicada a la Iconografía de la Virgen de Montserrat y la otra consiste en una colección de iconos bizantinos y eslavos, de los siglos XVI al XX. ¿Cómo se digiere todo esto? Confieso que a veces debo hacer malabarismos para que el museo no parezca un “mercado persa” y que hay que estudiar mucho para establecer con todo este cúmulo de materiales – la mayoría de ellos de gran valor artístico – un discurso coherente, adecuando las colecciones y los estilos al espacio arquitectónico que nos condiciona. El visitante avispado no se pierde y enseguida se da cuenta de que el Museo de Montserrat, siendo un museo fundamentalmente de arte, ofrece otros ámbitos que unos pueden admirar y de los que otros pueden prescindir. El resultado no es malo. El hilo conductor o de trayecto es cronológico, pero ofrece la posibilidad de hacer pequeñas paradas y entretenerse a discreción con temas que sorprenden, sin bajar la tónica de la calidad artística. El resultado es el de una variedad que resulta divertida y el de un nivel propio de un museo que ha merecido la calificación de “Interés Nacional”.




Arqueología clásica y del Medio Oriente

El P. Bonaventura Ubach (1879-1960) fue uno de los pioneros de los estudios bíblicos y orientales. Desde su residencia de Jerusalén, a partir de 1906, y en sus continuos viajes adquirió una enorme cantidad de materiales arqueológicos, a veces colecciones privadas enteras, con el fin de constituir en Montserrat un museo que ilustrara la Biblia con materiales de las antiguas culturas colindantes a Tierra Santa. No se pretendía obtener piezas extraordinarias, sino más bien las ordinarias y de uso corriente en la vida de los pueblos; pero aún así su colección adquirió enseguida un gran interés, debido a la cantidad y variedad de objetos. Las piezas de singular valor llegaron después debidas a donaciones particulares, entre las que cabe mencionar la de Caja Madrid efectuada en 2002. Las culturas representadas son la antigua Mesopotamia, Egipto, Chipre, Grecia, la cultura etrusca y la del Helenismo greco-romano. Solamente una pequeña parte de estos materiales, la más vistosa, ha logrado tener cabida en la exposición permanente del museo.







La pintura antigua

Otra colección de merecido interés es la de Pintura Antigua (s. XIII-XVIII). Los dos últimos abades restauradores de Montserrat, Antoni M. Marcet (1878-1946) y Aureli M. Escarré (1908-1968), dedicaron parte de su esfuerzo en procurar una colección de pintura, principalmente italiana, con la que decorar los muros de los grandes corredores y las salas más nobles del monasterio. La mayor parte de estos cuadros fueron adquiridos en el anticuariado romano y napolitano entre los años 1912 y 1920. Sin embargo, dado el interés que suscitaban entre el público entendido, las mejores obras fueron expuestos al público en 1962 el Museo de Montserrat.






La obra estelar de la colección es el “San Jerónimo penitente” de Caravaggio (c.1604), que preside toda una serie de cuadros tenebristas caravaggiescos. Del Renacimiento italiano cabe mencionar los nombres de Benedtto Bonfigli, Andrea de Salerno, Marco Pino; y del barroco: Sassoferrato, Solimena, Rutilio Manetti, Tornioli, Luca Giordano, Ascione, Nicolo de Simona, para acabar con un Tiepolo.

De escuela española destacan las tablas góticas y renacentistas de los siglos XV y XVI entre las que sobresalen las de Pedro de Berruguete y también el cuadro del Greco “Magadalena Penitente”.



Una gran panorámica del arte moderno catalán

La primera demostración de un interés por la pintura moderna en Montserrat la detectamos en 1931, cuando el monasterio organizó un concurso de pintores catalanes sobre paisaje y temas relacionados con Montserrat, que constituyó un principio de una relación fructífera con los artistas modernos. De aquí surgió el núcleo de un nuevo capítulo en el patrimonio artístico de Montserrat que se incrementó decididamente con la donación de D. Josep Sala Ardiz, uno de los mejores coleccionistas de arte catalán. Este legado comportó un replanteamiento general del museo, no sólo en sus instalaciones sino también en su fisonomía cultural. La colección Sala, junto con lo que ya tenía el monasterio fruto de su actividad y de otras pequeñas donaciones, permitió organizar una exposición permanente de arte catalán desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX. Los cuatro grandes pilares en los que se aguantaba aquella colección eran Rusiñol, Casas, Nonell y Mir, todos ellos con una nutrida representación que oscilaba entre los diez o veinte cuadros, pero lo más importante era que entre estas obras se hallaban las mejores producciones artísticas de estos pintores, de modo que resulta imposible hablar de ellos sin mencionar las obras que actualmente pueden verse en el Museo de Montserrat.





Otros pintores bien representados en la colección Sala son Martí Alsina, Vayreda, Romà Ribera, los luminosistas de Sitges (Joan Roig Soler, Arcadi Mas i Fondevila), Gimeno, Anglada Camarasa, Canals, los novecentistas Joaquim Sunyer y Joaquin Torres Garcia (lo tenemos desde el principio hasta su época constructivista de los años 30), los pintores más famosos de los años treinta y también los más valorados en Barcelona en la inmediata postguerra.




El Sr. Sala era alérgico al arte de vanguardia. Su colección excluyó todo aquello que él consideraba una deformación de la figura. Admiró a Picasso, pero sólo al “niño Picasso” y compró a precio de oro los dos óleos “El viejo pescador” y El Monaguillo” de cuando el pintor tenía catorce y dieciséis años. El capítulo de las prevanguardias y de la modernidad es una asignatura en la que el museo está trabajando actualmente para que logre el nivel del capítulo anterior.
El ejemplo de Sala Ardiz fue seguido por otros donantes, entre los que destaca el arquitecto Xavier Busquets cuya colección de arte llegó a Montserrat en 1990. Su aportación comprendía arqueología, pintura antigua, pintura catalana, pero sobre todo un conjunto de pintura impresionista francesa de primer orden (Monet, Sisley, Degas, Pissarro) y también pintura de la modernidad: un Rouault, algunos dibujos de Picasso y un extraordinario Poliakof.

El hecho de exponer un discurso de nuestra pintura tan completo y de un nivel elevado ha provocado una serie de donaciones individuales que enriquecen la colección y la completan desde diferentes ángulos de vista. La principal de ellas es la del farmacéutico Joaquim Cusí, mecenas y coleccionista del joven Dalí, que su hija Josefina legó a Montserrat en 1998, pero no es la única y siguen llegando obras de interés variable de autores que ya estaban representados en Montserrat o de nuevos que merecen ocupar, ni que sea temporalmente, un lugar en esta galería de artistas catalanes.

Para acabar este apartado, es preciso decir que no todas las pinturas del XIX y del XX son de artistas catalanes; también están representados Raimundo de Madrazo, Ignacio de Zuloaga, Sorolla, Julio de Torres y Darío de Regoyos, éste con siete cuadros. Y hemos de añadir que no todo es pintura; también hay escultura, como las de Llimona, Casanovas, Manolo Hugué, Gargallo y Rebull entre los principales.





El arte contemporáneo
No es nada extraño que un museo hecho a base de donaciones como es el nuestro experimente un bache en lo que respecta a la modernidad. Los futuros donantes todavía están en activo, pero esta sección, para mi juicio imprescindible, se encuentra ya en estado germinal. Lo que nos legó Busquets y el trato amistoso con artistas contemporáneos nos permite ya presentar una sala presidida por la impresionante obra de Sean Scully “La montaña de Oisin” que este extraordinario pintor ha realizado ex professo para el Museo de Montserrat. Considero tan importante esta sección porque mi concepto de museo es lo más alejado que puede pensarse de un cementerio de obras pasadas. El arte no está muerto ni es inerte. Cada obra artística, las antiguas y las modernas, refieren una historia que incide en la vida actual y que quien sabe “leer” el arte entiende y deduce con relativa facilidad. Y la generación contemporánea tiene también mucho que decirnos, y debe medir también sus fuerzas y sus valores estéticos con el arte de otros tiempos. Para mí, es un termómetro de la vitalidad de un museo que pretende exponer y hacer comprender y admirar la creatividad del hombre a través de la historia y de nuestro hoy. ¿Lo lograremos?


5 comentaris:

Criticartt ha dit...
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Anònim ha dit...
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Unknown ha dit...
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Marc ha dit...

Vam estar dissabte i vam quedar meravellats.
Moltíssimes Felicitats per aquest increïble fons pictóric.
No tinc paraules per descriure la sensació devant del Sant Jeroni. O gaudint dels principals mestres de la nostra pintura.
Moltíssimes gràcies

Anònim ha dit...

Buen día. Querría saber si guardan en el museo algún resto de la reja que cerraba el prebiterio de la iglesia monástica. Gracias