divendres, 29 de juliol del 2011

Writings and Lectures - 09


Sobre Rusiñol

Avui he acabat un altre llibre sobre Santiago Rusiñol, que publicarà aquesta tardor la Fundación Mapfre. Serà un llibret (20 x 22 cm.) d’unes 200 pàgines, amb 100 fotos, pensat per al públic de llengua castellana, especialment americà. Us en faig cinc cèntims amb aquest resum concentrat que he escrit per a la coberta

Santiago Rusiñol no es ni fue nunca un pintor desconocido u olvidado. El Modernismo Catalán se apoya en él como en uno de los máximos pilares de este movimiento estético, conectado con el arte europeo de su tiempo, pero con acentos particulares y propios. Rusiñol une dos facetas en las que destacó poderosamente: la de literato y dramaturgo y la de pintor, e incluso podríamos añadir la de agitador cultural en una época enormemente creativa. Fue siempre un artista catalán de corazón y temple, con el pensamiento en París y con los ojos avizorando la España de la Restauración alfonsina. Amó lo propio que enriqueció con lo internacional y lo vertió en un lenguaje emotivo, ameno y popular. Rusiñol no fue ni quiso ser impresionista, aunque admiraba a los pintores de esa escuela. El sólo pretendía ser, y lo fue, un pintor del Champ de Mars de París. Su pintura se enmarca, sobre todo hasta los primeros noventa, en la opción ética y estética del naturalismo a la manera de Zola y sus amigos, caracterizada por la voluntad decidida de plasmar lo vulgar, pero siempre con ánimo de trascenderlo en un halo de indefinido misterio. En París, a partir de 1892, conecta con el simbolismo y, sin rupturas notables, su pintura se desliza hacia temas de tensión anímica y paisajes, que oscilan entre lo risueño y lo decadente y decrépito, una belleza herida ya de muerte. Este simbolismo anidó en su ánimo y se apoderó de su pensar y sentir durante casi cuarenta años, de manera repetitiva y casi sin mudanza, en un tema que emblemáticamente hizo suyo: el del jardín abandonado. Esto provocó cansancio y hasta enojo en los últimos años de su vida, y el público llegó a olvidar la pintura del joven Rusiñol naturalista. Hoy aquella pintura fresca y provocativa de Rusiñol produce un general entusiasmo, y sus jardines simbolistas ya no generan rechazo, sino gusto y ternura, sobre todo en aquellos diletantes que miran la pintura desde el corazón, sin olvidar a aquellos estudiosos de las dulces tristezas del decadentismo finisecular y del primer tercio del siglo XX. Hoy el popular Rusiñol sigue divirtiendo, gustando y emocionando, como en vida.