Sobre metodología de trabajo - 1
Carlitos, cuando me dijiste que a veces “reenviabas” mis mensajes a tus amigos y que éstos a su vez los “reenviaban” a otros, en cierto modo me halagaste, pero por otra parte me dejaste preocupado. Tú me conoces y sabes que soy socarrón por naturaleza y que mis exageraciones, las caricaturas que hago de las diversas situaciones, la ironía que gasto no implican malhumor ni enfado ni mucho menos desprecio o burla a nadie en absoluto. Si hablo un poco fuerte, tú lo sabes bien, es para que se te grabe en la mente y en el ánimo lo que te digo, porque si usara el estilo sentencioso y ponderado que correspondería a mi edad y condición no habría alma viviente que me escuchara y yo mismo me pondría a bostezar de lo aburrido que puedo llegar a ser. ¡Mejor suscitar recelo que producir tedio! ¡Mejor que me digan lenguaraz y desmedido que aburrir hasta a las ovejas!
Hoy quiero “sermonearte” sobre la metodología para reunir información y elaborar trabajos de curso y te explicaré algunas experiencias que he tenido en este campo orientando a algunos y algunas jóvenes que se presentan en el Museo de Montserrat con propósitos de esta especie. Lo que voy a decirte no te lo tomes como un reproche, porque no me refiero a ti, que a este respecto tienes criterios bastante correctos. No es que seas un portento ni un seguro premio Nobel de la investigación y la pluma; quiero decir simplemente que los trabajos que me has enseñado los encuentro adecuados a tu edad y formación, carente de estudios clásicos como todos los jóvenes de ahora. Si tuviera que hacerte una crítica, te diría que a mi juicio todavía te falta precisión y una sabia dosificación del discurso; la argumentación ha de estar concatenada e ir avanzando progresivamente y adquiriendo solidez. Lo irás consiguiendo porque eso se aprende con los años y con la experiencia, y tú eres joven – veintitrés años si no me equivoco – y tienes finas entendederas.
Al Museo de Montserrat llaman o llegan chicos y chicas de bachillerato o universitarios que tienen que presentar trabajos escolares o de curso y recaban información sobre los temas más diversos. Se les atiende a todos y se les orienta hacia la bibliografía que puede serles útil y normalmente no volvemos a saber nada más de ellos o ellas. Pero en este grupo de jóvenes se dan algunas tipologías que podrían constituir todo un muestrario de actitudes estudiantiles, que seguramente los profesores ordinarios conocen mejor que yo. Más de una vez me he encontrado con el caso de un o una joven que anuncia que les han ordenado hacer un trabajo sobre los principales museos de Cataluña y que casualmente le ha tocado el de Montserrat, del que nada sabe. Por lo cual solicita tener acceso libre a los fondos del museo y a la documentación pertinente que pueda resultarle útil para elaborar el trabajo que se le ha encomendado. Es como aquel que va a una tienda y pide: “Enséñenmelo todo, a ver si hay algo que me guste”. Mi primer impulso es decirle al interesado que eso de “enseñarlo todo” – ¡hasta la expresión parece impúdica! – sólo lo hacemos cada cuatro años a requerimiento de los inspectores del Departamento de Museos de la Generalitat. Pero no; me contengo y desde Secretaría se les contesta que para darse una idea de lo que es y contiene el Museo de Montserrat quizá le sería conveniente apuntarse y asistir gratuitamente a una de las visitas comentadas del Museo y se les proporciona el acceso a la inscripción previa. Después entre nosotros comentamos que lamentablemente todavía no disponemos de una página web propia del MDM para poderla recomendar en casos semejantes y nos conjuramos a continuar en ese empeño hasta tenerla operativa.
También nos hemos encontrado a veces con bachilleres casi adolescentes, frecuentemente de ciudades o poblaciones cercanas a Montserrat, que se presentan casi protestando porque siendo el de Montserrat un museo tan importante es casi desconocido, y teniendo ellos que escribir un trabajo sobre la comarca, o sobre arte, o sobre historia, o de tema libre, el joven o la joven estudiante nos han elegido a nosotros para darnos a conocer (¿a quién? ¿a su profesor? ¿a sus compañeros? ¿a sus padres, que habitualmente son los instigadores de la elección?). No puedo menos que mirar con cierta ternura a estos valientes promotores del buen nombre y del marketing del Museo de Montserrat. Pero mi ternura des desvanece a medida que se derrite el primer entusiasmo del cadete al preguntarle de qué quiere hablar en concreto y al insinuársele que antes de informar hay que informarse leyendo la bibliografía de lo que se quieren tratar. A medida que avanza la conversación me doy cuenta de que en realidad la bibliografía no les importa un comino y que lo que buscan es el guión de la visita turística, y enviado por mail si puede ser, así ni siquiera tendrán la molestia de leerlo y dactilografiarlo. Se les despide con buenas palabras y con un desplegable del museo o de las exposiciones abiertas al público.
Hay también otros y otras que se presentan con afán periodístico y pretenden hacer un trabajo basado en la entrevista en directo. He sufrido tres casos de esta índole y los tres llegaron de la mano de algún amigo o conocido que les prestó mi nombre y mi mail. Envían un folio con entre diez y veinte preguntas que yo debería responder ampliamente. Unas veces se refieren a Montserrat en general, o “¿Porqué la Virgen de Montserrat es negra?”, o bien al museo en concreto. Normalmente les contesto que carezco de tiempo para contestar esa larga y compleja encuesta y que todas sus preguntas encontrarán cumplida respuesta en la bibliografía existente. Normalmente no se dan por vencidos. Recibo un nuevo mail del joven o de la joven o de su valedor solicitando una entrevista que no tengo más remedio que conceder, aunque siempre pongo el límite de media hora. Se presentan puntualmente muchas veces acompañados de un familiar o de un amigo cómplice. Comienza el interrogatorio que voy contestando sucintamente y remitiéndole a la biografía ya publicada, de la cual se me reclaman múltiples fotocopias que proporciono inmediatamente. Normalmente el estudiante se va contento con las notas que ha tomado y sus quince o veinte fotocopias y la consabida foto que deberá ocupar un lugar destacado en el trabajo.
Me siento feliz de haber cumplido y ver que el joven se va contento. Pero no; a la semana siguiente empiezan a llover los “mails” pidiendo aclaraciones. Las contesto en dos rayas. El estudiante con aires de periodista continúa el acecho preguntando lo ya preguntado y pidiendo aclaraciones ya dadas. Entonces - me refiero al primer caso de esta especie - adviertí que se trataba de la misma estratagema que la de aquellos que he mencionado anteriormente, que les haga yo el trabajo y que ellos ya se ocuparán de hacer bloque, cortar, pegar y firmar. El asunto termina cuando respondo a su requerimiento diciéndole que las aclaraciones que pide las encontrará bien desarrolladas en la bibliografía o en las fotocopias que les di y que no puedo ayudarles más en su asunto, que yo ya cumplí y que ahora les toca a ellos elaborar el trabajo. Dejan de contestar y yo siempre me quedo con un cierto sabor amargo en la conciencia. Me sabe mal contristar a un joven, pero creo que doblegarme a sus deseos no hubiera sido nada educativo. La juventud no da patente de corso para ir por el mundo saqueando y apropiándose, sin dar golpe, del trabajo de los demás. La juventud, con el entusiasmo que conlleva, es el tiempo bellísimo de descubrir el mundo y de hallarse a sí mismo y así encontrar la manera de potenciarse personal y profesionalmente, y esto se hace con esfuerzo y con trabajo arduo, con jovialidad, ciertamente, como corresponde a un joven, y disfrutando en ello y con los que están en la misma onda.
Carlitos, te he explicado tres casos algo pintorescos que, gracias a Dios, no son los habituales. Por lo general los trabajos escolares, de bachillerato o universitarios que se realizan en el entorno del MDM son normales, de nivel aceptable, y también lo hay muy buenos, sobre todo los preparatorios para tesis doctorales y las mismas tesis doctorales. Los estudiantes mediocres se cansan y se sientan al lado del camino; siempre ha sido así. Tocan los timbres. Se me ha acabado el tiempo, pero te prometo que cuando tenga otro rato libre continuaré hablándote de metodología de trabajo, pero no ya de casos extravagantes, sino desde una perspectiva más constructiva.
1 comentari:
Ni pensar lo que pasaría si el muso se encontrara dentro de una ciudad y no fuera preciso un desplazamiento expreso.
Me pregunto si dentro de la categoría de aprendices de periodista no debe existir un subgrupo que exige ser atendido ya que, al fin y al cabo, en el museo no hacen nada y la mayor parte del tiempo aburridos :)
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