dilluns, 7 de març del 2011

Writting & Lectures - 07


Maestros del Renacimiento. Tesoros de Montserrat

Bajo el título Maestros del Renacimiento. Tesoros de Montserrat la Fundación Cajamurcia muestra, a través de siete obras selectas de este período artístico, el patrimonio de la Abadía Benedictina de Montserrat (Barcelona), habitualmente expuesto en el museo de esta entidad. La selección ha sido sumaria y en ella se hallan representados los diversos ámbitos de las artes del diseño: el grabado, el dibujo, la pintura y la escultura, desde el 1500 al 1618.

Que nadie se lleve a engaño pensando que aquí se exponen los ricos tesoros que ornaron la Abadía y célebre santuario de Montserrat en el Renacimiento, período ciertamente esplendoroso. Todo el tesoro artístico de Montserrat se perdió por el fuego y el pillaje durante la Guerra Napoleónica y las leyes de expropiación y desamortización del primer tercio del siglo XIX. Casi todo este tesoro es de nueva adquisición, debido a la generosidad de donantes particulares o a los abades Antoni M. Marcet (1878-1946) y Aureli M. Escarré (1908-1968), que lo adquirieron o hicieron adquirir en el anticuariado romano, madrileño o barcelonés.

La pieza clave que desmiente el tono categórico de la información que acabo de dar es el relieve de La Anunciación, que el Dr. Juan Yeguas (L’escultor Damià Forment a Catalunya, Lleida, 1999) ha atribuido plausiblemente a Damián Forment. Esta pieza formó parte del retablo mayor de la iglesia de Montserrat, sufragado con una limosna de 1000 ducados de oro que la emperatriz Isabel de Portugal asignó como exvoto por haberse cu rado de unas fiebres que padeció en Barcelona en junio de 1533.



El grabado Los senadores forma parte de un tríptico de tres piezas grabadas a partir de unos dibujos de Andrea Mantegna, en base de los cuales éste ejecutó los nueve lienzos Triunfo de César (1480-1495), que se hallan en la Hapton Court de Londres. Las dos primeras estampas representan Los elefantes y Soldados transportando trofeos. Mantegna además de ser uno de los grandes en la pintura y el dibujo, fue también un excelente grabador en metal, en cuyo entorno se formó una escuela dedicada a traducir calcográficamente las composiciones del maestro. Giovanni Antonio da Brescia (c 1490-c 1525), autor del grabado en buril que presentamos, era uno de los alumnos de Mantenga más aventajados.



La tabla de Pedro de Berruguete (1450-1503), Natividad de Nuestra Señora, formó parte de un gran retablo dedicado a la Virgen, actualmente fragmentado y dispersado en América y diversos puntos de España. En 1948 el abad Escarré compró la escena que se muestra aquí, juntamente con La Dormición, procedentes ambas de la colección Raimundo Ruiz de Madrid.
En el conjunto de la producción artística del pintor palentino, ésta de Montserrat y las otras conocidas procedentes del mismo retablo significan u n punto álgido por la monumentalidad y belleza compositiva y de ejecución. Tienen la reciedumbre del pintor castellano, el naturalismo de raíz hispanoflamenca y la gracia y finura de semblantes y actitudes que transmiten el aroma del renacimiento italiano.



Las dos tablas San Cristóbal y San Roque llegaron a Montserrat en 1994, como donación de Dª. Maria Dolores Quintana. Son piezas gemelas procedentes sin duda de un mismo conjunto, estudiadas por Post que las atribuyó a Pedro Gascón (A History of Spanish Painting, vol. XII, 1958). En 1987 se descubrieron casualmente unas piezas procedentes del retablo de San Salvador de Balaguer que sobrevivieron a la quema de 1936 y que, al restaurarlas, se pudo apreciar su valía. Se las publicó bajo la autoría provisional de un anónimo “Maestro de Balaguer”, al que se atribuyó también las dos tablas de Montserrat que Post consideró de Pedro Gascón.
En 1992 llegaron al Centro de Restauración de la Generalidad de Catalunya cinco tablas procedentes de Tortosa. Al recuperar éstas su estado primitivo, pudo apreciarse en ellas la mano del llamado “Maestro de Balaguer”, al que desde entonces habría que denominar “de Tortosa”, puesto que las nuevas piezas eran más y mejores que los restos del retablo quemado de Balaguer. Unos años después, y fruto de la inv estigación archivística, pudo saberse que el autor del retablo tortosino dedicado a la Asunción de la Virgen era un pintor desconocido hasta entonces llamado Baltasar Gui, que lo concluyó y cobró en 1525.
Todavía no sabemos quién era, de dónde venía, ni dónde residía este pintor; sólo nos consta que había asimilado un manierismo muy especial, con gesticulaciones poco usuales, alargamiento de figuras y perfiles, ropajes estriados, fondos paisajísticos caprichosos y estilizaciones elegantes, que nada tienen que ver con las influencias italianas que, a mediados del siglo XVI, estaban ya divulgadas en la mayoría de los talleres catalanes. El Maestro Baltasar Gui se mantenía en un nivel más tradicional y, si se precisa indicar influencias extranjeras, podríamos decir que sus es cenografías y composiciones tienen algo de los grabados de Durero y de las estampas centroeuropeas que viajaban por doquier.


La tabla de más entidad en esta exposición, a mi juicio, es La Sagrada familia con una santa de Marco Pino (Siena 1521-Nápoles 1583), que el abad Marcet adquirió en Roma, en 1918, bajo la autoría de Pierino del Vaga. En una de sus visitas al Monasterio, la vio Federico Zeri y comunicó su descubrimiento a Evelina Borea, que la publicó en 1962 como obra cierta de Marco Pino (Paragone, 151, 1962). A partir de entonces la atribución a este pintor es unánime. La Dra. Liliana Barroero, de la Sapienza de Roma, la ubica en Nápoles, poco antes de 1570, e indica que la Santa que ofrece flores al Niño quizá sea Santa Dorotea. Hay que destacar la monumentalidad de las figuras, que llenan todo el espacio, y la feliz amalgama, tan propia de Marco Pino, del volumen casi escultórico de los personajes a la manera de Miguel Ángel y la dulzura de los semblantes de sabor rafaelesco.



Concluimos esta pequeña exposición en cantidad que no en calidad, con la Sagrada Familia y San Benito, un bello y algo extraño dibujo realizado con la técnica propia de la miniatura o iluminación de libros. Al margen inferior puede leerse con certeza la firma y fecha de la obra: Fecit Vincentius Riparascandalo 1618. La compró el abad Marcet en Roma, en 1913, procedente de un lote de obras artísticas de una linajuda familia de Nápoles. Representa a la Sagrada Familia recibiendo el homenaje de San Benito que ofrece el libro de su Regla de Monasterios y la copa de vino envenenado, que se quebró cuando el santo la bendijo.
Se trata sin duda de una pieza de carácter privado o devocional, un encargo de un devoto de San Benito o para obsequio de un monje o monja benedictinos. La obra no es la propia de un aficionado, sino que tiene la calidad de un maestro en el arte de pintar sobre pergamino. Nuestra historia del arte, ofuscada por los grandes nombres, los grandes cuadros y las grandes innovaciones, no ha atendido todavía con suficiente interés las obras de carácter íntimo.




Josep de C. Laplana
Director del Museo de Montserrat

1 comentari:

Miquel Bordas ha dit...

P. Laplana! Amb la Cristina hem tingut l'avinentesa de visitar a Múrcia, a la plaça de Belluga, aquesta exposició el dissabte passat. Ja li he explicat a la Cristina que el Museu de Montserrat està molt més fornit i que l'hem d'anar a visitar, juntament amb el seu Director!