Pensierini o cartas a Carlitos Novotny – 10

Sobre metodología – 3. Las enciclopedias

Carlitos, otra vez contigo y más de lo mismo. La mayoría de los trabajos de curso que te señalan los profesores y que te ocupan tanto tiempo no tienen otro objetivo que hacerte estudiar un tema y obligarte a estructurarlo de manera inteligente. No se espera de ti ningún descubrimiento genial ni novedosas aportaciones al mundo de la ciencia. ¡Faltaría más! Sólo se te pide que acotes bien la materia de tu estudio, que la domines en la medida posible y que la expongas con claridad y precisión, en su sustancia y en su amplitud. Procura ceñirte al número de folios que te piden y sé siempre conciso y si puede ser lacónico. La verborrea y la literatura abarrocada a veces aniquilan un buen trabajo, que con ocho folios habría sido excelente y con veintiocho se ha vuelto en algo indigesto, pues los aditamentos han estropeado lo esencial.

Cuando un joven inexperto tiene que hacer un trabajo de curso, muy a menudo lo primero que se le ocurre es teclear en el ordenador el título y esperar a ver lo que sale, que puede ser de todo, normalmente un galimatías. También es muy típico del joven acuciado por las prisas ir a una librería o biblioteca y buscar desesperadamente un libro que trate de ese tema y fusilarlo. No es eso. Los “atracadores” de internet, podadores natos de todo lo que encuentran en wikipedia y en otras fuentes on line, los amantes del mariposeo que gustan de libar en todo lo que brilla por sus colorines, si no van muy bien calzados se verán sumidos en un caos de noticias y datos contradictorios; toda la información que uno encuentra a tontas y a locas en internet hay que contrastarla por sistema. ¡Pero, alerta! Los que en vez de ir a la caza de informaciones parciales prefieren la caza mayor de agenciarse con un libro que descuartizarán y servirán como propio, pueden caer en manos de un aficionado incompetente que se cree genial o de un divulgador de cuarto orden que recibe encargos editoriales porque escribe con desparpajo y gusta a los lectores. No, Carlitos, no hagas eso; ni una cosa ni la otra. Si necesitas recabar información elemental y solvente sobre un tema, lo mejor es acudir a las buenas y prestigiosas enciclopedias.

Cuando yo era estudiante estaba muy de moda desdeñar las enciclopedias que encarnaban el espantajo de una ciencia aposentada y conformista. Recuerdo que un buen profesor nos hablaba en este sentido y nos decía que las mejores tienen la función de ser una especie de “cloaca máxima”, y nosotros reíamos... Un día lo encontré en la biblioteca de la Universidad mirando el Espasa-Calpe y no pude evitarlo; le espeté: -“¿Qué tal Dr. X.X.? ¿Pescando en la cloaca máxima?”, y me respondió: - “¡Qué malo eres! Sólo estaba comprobando un topónimo”. No era verdad, porque las ilustraciones decían claramente que estaba buscando información sobre la “Dama de Elche” y ¡bien que hacía!

Una enciclopedia es buena cuando los principales artículos fueron encargados a especialistas acreditados y van acompañados de una bibliografía selecta. Las enciclopedias que no cumplen estos requisitos no entran en mi consideración. Una de las primeras cosas que hay que mirar en estas enciclopedias es la fecha de edición. No importa que sea antigua, pero si lo es, piensa que aquello era lo que podía decirse en el tiempo en que se escribió. Esto es muy interesante. Cuando escribí mi trabajo sobre Rusiñol, no pude poner orden en la masa informativa que había acumulado hasta que estudié con lupa lo que escribió de Rusiñol su amigo Miquel Utrillo en el artículo correspondiente en el Diccionario Espasa. Después vinieron otros y todos hemos ido aportando más información de la que tenía Utrillo, como es natural, pero la suya era básica.

Cuando consultes una enciclopedia has de tener en cuenta la entidad que la respalda o que la edita y también el director científico que coordina la redacción de los diversos artículos, así como los redactores de la sección que te interesa. Por ejemplo en cuestiones de arqueología romano-helenística y cristiana es muy diferente ir a beber al DACL (Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne et Liturgie) o al RAC (Realexikon fur Antike und Christentum). El DACL se escribió entre los años 20 y 40 en la Abadía de Solesmes y recoge y sintetiza con criterios ajustados, quiero decir no románticos, lo que se había escrito sobre la materia principalmente en el siglo XIX. El RAC en cambio tiene una orientación mucho más laica y crítica y subraya los ejes de continuidad que pueden darse entre el antiguo paganismo y el cristianismo. No puede escribirse nada serio sobre esos temas sin consultar previamente los dos diccionarios.

Es muy buena también la Enciclopedia Italiana sobre todo en lo que se refiere a literatura y a arqueología italiana, pero piensa que toda ella tiene un cierto tufillo fascista propio del tiempo en que se editó, y por lo tanto hay que saber sonreír con ironía cuando, después de una brillante exposición de un tema, el autor, o los editores, se despacha con una perorata sobre la inmortalidad del genio imperial de Roma. Es mucho mejor consultar la Enciclopedia Universale dell’arte, de 15 volúmenes, editada en Roma y Venecia entre 1958-1967, donde se encuentra información y muy buenas fotografías del arte y la arqueología universales pero con especial incidencia en lo que concierne a Italia.

También es muy válida The New Encyclopaedia Britanica, que empezó a publicarse ya en 1768 y no ha dejado de actualizarse; la edición que tengo a mano es la de 1993 y comprende 29 volúmenes. Esta se complementa muy bien con The Encyclopedia Americana, que también es histórica pues comenzó en 1829 y consta de 30 volúmenes, sin el aparato crítico de la Británica, pero con una información siempre más técnica.

Según mi entender la mejor obra de este género es la Encyclopaedia Universalis,en lengua francesa, de 23 volúmenes en 1990, más 7 de suplementos y varios tomos de anuarios con las novedades en todas las ramas del saber. Es de difícil manejo, pero una vez que le pescas el truquillo, se convierte en un enorme árbol informativo que puede proporcionarte muchísimas sugerencias.

Para la historia del arte, que es mi especialidad, además del clásico Bénezit, de 10 volúmenes, que es un diccionario biográfico de artistas del mundo occidental, actualmente se utiliza mucho The Dictionary of Art, dirigido por John Turner, que apareció en 1996 y consta de 34 tomos. He oído críticas sobre este diccionario especializado, que posiblemente tengan parte de razón, pero dada la enorme masa de información que contiene es natural que se escapen inexactitudes o conceptos personales no compartidos universalmente. Hoy por hoy, en esta materia, es de lo mejor y más útil que conozco.

A veces puede ser interesante consultar los diccionarios biográficos; pero por lo general estos versan sobre áreas concretas: arquitectura, grabado, música, etc., y no siempre la pequeñas biografías están hechas por los mejores especialistas ni aportan una bibliografía solvente. Cuando se trata de un artista italiano, yo recurro siempre al Dizionario Biografico degli Italiani, que empezó a editarse en 1960, tiene 59 volúmenes, pero por el momento sólo llega hasta la letra G. Esto da idea de la amplitud de sus monografías. También es bueno el Deutche Biographische Encyklopädia, editada entre 1995 y 1999, de 10 volúmenes más otros 6 de apéndices.

No creas, Carlitos, que la consulta a un par de enciclopedias te va a resolver automáticamente la papeleta de hacer el trabajo. La información que sacarás de esa consulta sólo te servirá para ubicarte correctamente en el tema que vas a tratar, te dará los datos básicos y firmes y seguramente te sugerirá ya bastantes ideas que podrás desarrollar. Es decir, la enciclopedia te va a dar el plano topográfico sobre el que tendrás que construir tu trabajo. Pero este trabajo ha de ser tuyo, bien estructurado desde la base y dirigido rectamente, sin apenas digresiones, hacia el objetivo fijado, que normalmente es el que se te indicó cuando te lo encargaron. Lo que dices en él es muy importante – vigila pues en no decir errores ni obviedades–, pero lo que yo miro y admiro por encima de todo en un trabajo de un joven universitario es su metodología, si la manera de trabajar la información es rigurosa, si procede sistemáticamente, si no atropella la argumentación con ingeniosidades extemporáneas, si el chico tiene temple, si sabe lo que dice, si adjetiva con precisión, es decir si su cabeza está bien amueblada y si tiene temperamento científico. Si es así, me siento feliz, y si no, pues al montón. ¡Es la vida, y la lucha por la excelencia!